La ruptura de la Iglesia Anglicana con la Católica, llevada a cabo por Enrique VIII por puro deseo egoísta de salirse de las normas impuestas desde Roma, supuso un gran cisma religioso. Un punto de inflexión dentro del protestantismo, que había empezado a forjarse décadas antes, a finales del siglo XV, y que supuso el principio del fin de la hegemonía católica en Europa. Los cristianos ya no querían seguir una sola doctrina, y estaban empezando a abrirse a nuevas formas teologías, a nuevas formas de entender la religión. Pero igual que sucedió con esta ruptura, dentro de la Iglesia Anglicana también surgieron muchos roces y fricciones durante las décadas siguientes. Grupos de fieles que seguían viendo insuficientes los cambios que se llevaban a cabo, y que opinaban que el Anglicanismo mantenía muchos vicios del Catolicismo. Eran los llamados puritanos, creyentes férreos en una forma de fe mucho más abnegada y según ellos, cercana a Dios y a sus enseñanzas.
El puritanismo se extendió no solo por toda Gran Bretaña, sino que tuvo un papel importantísimo en el colonialismo norteamericano. Incluso en el nacimiento de la propia nación estadounidense, décadas más tarde la llegada del famoso Mayflower. La zona Este de Estados Unidos, conocida en su momento como Nueva Inglaterra, se llenó de estos fieles, a veces tremendamente fanáticos, como se puede comprobar en películas como El Crisol o La Bruja. Los puritanos tuvieron mucho que ver con la implantación de ciertos dogmas en la raíz misma de Estados Unidos, tanto que hoy, siglos más tarde, todavía lo podemos comprobar. Existen en el país norteamericano iglesias puritanas, dentro del protestantismo, que abogan por la supresión de todo tipo de cultura que se salga de lo religioso. Y no hablamos solo de los amish y personas de este tipo, sino también de conservadores que ostentan cargos de poder y están dentro de la sociedad de facto. El puritanismo, como abnegación a los valores tradicionales, se hace cada día más fuerte, y lo estamos comprobando también en los productos culturales. La libertad de la que disfrutamos en los 80 y 90 se está perdiendo por completo en esta nueva era.
Avances y progresos frente a la sexualización
Centrándonos en el sexo, por ejemplo, la historia nos ha enseñado que, por etapas, hemos tenido una visión muy cambiante de este tema. El despertar sexual a finales de los 60 fue seguramente el gran punto de inflexión en este sentido, aunque fuera desde la contracultura. La popularización de métodos anticonceptivos y la liberación de la mujer también dio nuevos bríos a una visión mucho más abierta y natural de la sexualidad. Algo que para la mayoría suponía una avance, pero no para los puritanos, insertados en puestos clave de la sociedad estadounidense y posteriormente, también mundial. El puritanismo quería frenar la sexsualización de los productos culturales con censuras en los cómics, películas y demás. Y de hecho, lo lograron en cierto sentido, aunque durante los años 80 y 90, la libertad para este tipo de productos era prácticamente absoluta.
Críticas a películas y series
Y es que muchos apuntan a que la sexualización de esos productos culturales también ha traído problemas y desigualdades, porque no ha sido equitativa. Lo habitual es que desde un punto de vista masculino se haya sexualizado mucho el cuerpo femenino, una crítica habitual de los movimientos igualitarios actuales. El cuerpo de la mujer siempre ha sido, por desgracia, campo de batalla de la sociedad. Y en los 80, cuando mayor libertad había en este sentido, se llegaron a crear películas y series absolutamente inadmisibles hoy en día, por su retórica sexista y machista. Pero lo curioso es que el puritanismo que estamos viendo hoy por hoy viene precisamente desde esos sectores que apuestan por el avance y la igualdad. Hemos pasado prácticamente de un extremo a otro, permitiendo escenas intolerables y tratando ahora de censurar algunos momentos que sencillamente no tienen nada de malo.
El problema es que cuando se comienza con este tipo de críticas, a veces es complicado delimitar cuál es la fina línea que separa la auténtica denuncia del pataleo. Las películas solían mostrar de manera muy natural el sexo, aunque su perspectiva no fuera precisamente igualitaria en la mayoría de los casos. Hoy en día resulta mucho más complicado rodar cierto tipo de escenas, y las críticas abundan sobre todo en el tratamiento que se le da a la libertad sexual en estos productos culturales. Los desnudos, aunque no sean gratuitos, parecen intolerables. Todo lo que sea mostrar sexo en pantalla es, según este nuevo puritanismo supuestamente progresista, una forma de enganchar al público con malos métodos. Las críticas no solo se centran en productos actuales, sino que también se da un revisionismo absolutamente intolerable contra películas de otras épocas. La cultura de la cancelación está más viva que nunca, y podría terminar convirtiéndose en una nueva caza de brujas.
Censura en redes sociales
Otro de los movimientos más preocupantes en este sentido se está dando en redes sociales. Cuando Internet comenzó a hacerse fuerte, a finales de los años 90, muchas de las páginas de éxito tenían que ver con lo sexual, lo erótico e incluso con lo pornográfico. Tal vez porque está en la naturaleza del ser humano ser así, interesarse por esos temas, aprovechar los avances tecnológicos para algo tan aparentemente secundario… Internet surgió, además, como una herramienta colaborativa, sin muchos límites, sin que nadie entrara a determinar lo que estaba bien o mal, más allá del propio sentido común y la ley. Sin embargo, con el tiempo, diferentes empresas han empezado a controlar la mayoría de plataformas online. Google, Amazon o Facebook cuentan con casi la totalidad de servicios más utilizados en la red.
Y aquí es donde empieza el verdadero problema de censura, porque si antes valía todo, ahora se limitan muchísimo los contenidos que se muestran. La situación se puede entender cuando hay violencia de por medio (aunque muchas veces se ven imágenes grotescas en redes sociales), pero también ha llegado a lo sexual. Y no hablamos de fotos explícitas, que deben estar en plataformas solo para mayores de edad. La polémica de la censura a modelos e influencers por mostrar “más de la cuenta” llevó hace unos años al movimiento Free The Nipple. El punto de puritanismos alcanzado por algunas redes sociales permitía mostrar todo el cuerpo excepto el pezón. Femenino, por supuesto, porque con los pezones masculinos no había problema. La censura se ha llevado también a vídeos y canciones, a ilustraciones incluso, con polémicas de calado en Facebook, retirando obras de arte en las que aparecían desnudos, por considerarlas poco apropiadas.
La pornografía sigue en auge
Y en este ambiente de nuevo puritanismo y censura, por parte de grandes corporaciones, el consumo de pornografía es mayor que nunca. Internet también ha permitido un acceso mucho más eficiente y rápido a este tipo de contenido, y desde hace años, cualquier puede tener todo el porno que desee en la palma de la mano. Esto ha hecho que la sociedad también se sexualice mucho más de forma natural, y que los jóvenes vean el sexo como algo divertido y excitante. El miedo de los puritanos es precisamente ese, que el ser humano se deje llevar por sus instintos, que caiga en la trampa de su propia naturaleza. El punto de no retorno ya ha sido rebasado, y por más que muchas empresas y corporaciones quieran, la libertad hoy en día ya parece estar de parte de los usuarios.